de fiesta engalanados, olvidando
conveniencias, alborotados, entran en el lienzo. Por fin la hora de la
danza, el tiempo de las formas. Lo amorfo reclama orden, y los cuerpos,
entre vertiginosas miradas, ocupan el territorio del claroscuro y
recorren la frontera de los trazos. Unos y otros, acordando equilibrios,
completan norte y sur, saliente y poniente, y otorgan al color valor de
forma.
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